viernes, 23 de enero de 2009

Mi padre tenía un barco...¡mecachis en la mar!

Hay días que son horriblemente feos, no hablo de esos en los que todo te sale mal y vas acumulando mala hostia, deseando que se acabe de una vez por todas, hablo de los días en que todo es tan cansino por repetitivo que crees estar viviendo en la película aquella del día de la marmota, y no por que sea un clon de algún otro día si no que el cúmulo de situaciones transcurridas durante las 24 horas son cargantes por ser una sucesión de putadillas ya vividas pero quizás no una detrás de otra.
Te levantas llueve, bajas a la calle y te olvidas de unas cuantas cosas en casa que debías haber cogido, vuelta a casa a por ellas, te vas a tomar un café y se coloca al lado un colgado gritándote al oído, entre muchas otras cosas, que le han echado de una farmacia, que el mundo se acaba y que le gusta mucho el vino de Cariñena fresquito(en estas dos últimas coincido con el, si algún día la lío en una farmacia y me echan me sentiré realizado), en el curro vuelven a llamarte los paranoicos de tus jefes para echarte otra bronca sin sentido por que hoy se han vuelto a levantar con el pié izquierdo y tienen ese complejo de inferioridad que les obliga a decir todo gritando y plantearlo como la cuarta guerra mundial, de la cual tu tienes la culpa por supuesto, y tras esto llega la noche y vas a ver a tu equipo de basket e intentas buscar esas alegrías ficticias pero que se viven tan a flor de piel como son las deportivas y tu equipo hace el ridículo y pierde por 13 puntos y no ha sido por 30 por que al otro equipo le has dado penilla y se acaba el día y solo piensas ¿por qué la vida tiene este regusto a garrafón?¿pero quién coño me ha timado de esta manera?¿qué he hecho yo para ser tan tremenda pelusa?

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